Y de nuevo otro 8 de marzo rodeado de personas
políticamente correctas, jugando al
escaparate de la estética y lo convencional,
haciendo halago de aquello “que toca” en el
momento oportuno, mirándose el ombligo de la
visualización y el deber de mostrarse, “porque toca”, al lado de la igualdad.
¡Es que está de moda, hoy es el día!. La foto principal tiene que ser esa.
Entonces aparece la orquesta entera tocando la melodía del género. Se inundan
de actos las calles, los medios de comunicación bañan sus páginas, los partidos
aprovechan y sacan sus imágenes de campaña, y los datos, donde avalan la
desigualdad, golpean de lleno nuestras miradas. Por un momento nos paralizamos
y somos conscientes de las estadísticas. Mañana todo seguirá igual.
Pongamos que hablamos de Ceuta, la carrera de la
mujer de hoy no puede justificar el trabajo que se tenía que haber realizado al
frente de un Gobierno durante estos 14 años. Es el día a día lo que importa. La
constancia, la conciencia, el valor de la dignidad por encima de la
imagen del poder. ¿Por qué digo esto? Porque quien
de verdad valora la importancia de la participación de la mujer, hace para que
participe. Quien de verdad quiere que la mujer deje de
cobrar menos que los hombres, hace políticas de
conciliación o se compromete a fomentar la corresponsabilidad y el reparto de
los tiempos. Quien de verdad rechaza la violencia hacia la mujer, no busca la
justificación, no propicia los micromachismos, y no silencia cuando hay que
denunciar públicamente algo que ataca su dignidad.
Soy feminista, sí. Socialista, pero sobre todo
feminista. Soy socialista porque soy feminista. Defiendo el valor de la mujer,
no es una guerra de géneros, es la lucha por tener las mismas oportunidades que
los hombres. Ni más ni menos. En igualdad. Como la vida misma. De la misma
forma que defiendo otro tipo de igualdad, no sólo la de género.
Pero desgraciadamente la igualdad no existe. Ni
siquiera existe para algunas personas que se proclaman defensoras de los
derechos de las mujeres. Es un discurso que incomoda, que
molesta. El feminismo aterra, pero no es el movimiento feminista lo que
asusta como tal, lo que irrita es el miedo a perder terreno, a perder espacio.
A esta sociedad le hace falta más verdad, más
justicia. A esta sociedad le hace falta reconocer los logros, el esfuerzo, la
valentía, el coraje. A esta sociedad le falta coherencia. De nada vale leer hoy
un manifiesto y mañana esconder tu voz ante un hecho denigrante. De nada vale
celebrar hoy el día de la mujer, y mañana dejar de
hacer. Nunca me gustaron los
intermitentes, el encender el motor ante una meta,
ante un interés. El motor hay que
encenderlo todos los días, hasta cuando no tengas
nada que ganar. Ese es el verdadero valor de lucha y de compromiso. ¿El resto?
El resto se diluirá con el tiempo.
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