domingo, 12 de junio de 2011

Aprendiendo de ell@s

"Huíamos de la burocratización como de la peste y ni yo, ni ninguno de mis colaboradores, se acogió jamás a la liberación sindical. a todos los de aquellas primeras ejecutivas el sindicalismo nos costó dinero y mucho tiempo libre -y familiar-sacrificado. En mi caso, dedicaba 5 horas diarias al sindicato, más otras cuantas en el partido, después de cumplir una jornada laboral en la panadería de entre 8 y 10 horas. nunca se me ocurrió pedir un sueldo. Puedo comprender que determinados cargos exijan dedicación completa en los especializados y complejos tiempos actuales, pero presiento que la proliferación de liberaciones constituye una artimaña del Poder para mejor controlar a la clase trabajadora, para anestesiarla con golosinas. El problema puede generar en perversión cuando se promueve la permanencia eterna de las mismas personas en los mismos cargos. Si se impusiera legalmente la obligación de rotar los cargos, evitaríamos la consolidación de castas sindicales, de sindicalistas funcionarizados, más preocupados por mantenerse en sus posiciones de privilegios que de defender los intereses de los afiliados. Aún por puro egoísmo, si un trabajador supiera que no puede permanecer liberado más allá de un tiempo predeterminado haría todo lo posible para no defraudar a sus compañer@s, pues los prejuicios que ocasionarse como dirigente sindical, también le afectarían a él en cuanto se reintegraran a su puesto de trabajo original. Es triste admitirlo pero, a veces, veo a sindicalistas que me recuerdan mucho a aquellos otros que deambulan por el sindicato vertical y que, de tanto recorrer pasillos, terminaban en plantilla. Quién se toma el sindicalismo como una profesión suele andar más atareado en ascender dentro de esa adquirida profesión y tiende a olvidarse de quienes lo pusieron en la rampa del lanzamiento" Lorenzo Lechuga
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