El Gobierno tiene que aprender a Gobernar.
¿Qué quiero decir con esto? Que de nada sirve sacar
pecho de los convenios que renueva y de las ayudas que ofrece, si más de la
mitad de la población está pasando necesidades. En mi trabajo yo tengo una
programación, soy tutora de un aula de menores con Parálisis Cerebral
gravemente afectados. Me alegro cuando las cosas me salen bien, pero recalco y
refuerzo lo que no. Le presto mucha atención a quienes no consiguen alcanzar
los objetivos, por muy mínimos que sean. Y leo, pido ayuda, cambio el método,
investigo y acepto las sugerencias. ¿Tan difícil es extrapolar esto a la
política? Se me cae el alma a los pies observar como la Ciudad es capaz de pensar
exclusivamente en sus proyectos estrellas, y ponerse una venda con el resto. No
es buena compañera de viaje la vanidad, y se rebosa de ella cuando se recalca
el número de personas beneficiadas, para luego dar una patada a las que no
reciben nada. Una buena Consejera, a mi juicio, tendría que dimitir el primer
día que se le ocurriera presumir de sus designios y no de sus laudos. Echo en
falta que la Ciudad diga que está anali
zando cómo gestionar mejor los recursos,
para que estén al alcance de la mayoría. Echo en falta la humildad de la
preocupación por no estar en sintonía con los problemas diarios de la gente.
Echo en falta más pies por las calles y menos papeleos por los despachos. Echo
en falta el sí, el reconocimiento a la pobreza. Mientras no se reconozca que
Ceuta está en su umbral más alto de exclusión no se podrán sentar las bases de
la recuperación. Quizás habrá que aumentar más la inversión, cambiar la
táctica, gestionar mejor, pero para ello hay que tener ambición de cambio. Mantener
un sillón no es el fin, es usar ese sillón para llegar a la gente.
Pero no sólo es el Gobierno quien está dentro del
tablero de este ajedrez. Cuando una persona entra en el mundo de la política y
alcanza el poder, a veces, se olvida de su lugar de procedencia. Me consterna
tener que observar que, salvo representantes electos contados con los dedos de
una mano, la gran mayoría vive en una entelequia paralela a la que tenemos en
Ceuta. Personajes que exclusivamente acuden a las Comisiones, cuando van, o a los
Plenos, y que terminado el pastel se van a vegetar una vida alejada de la
política porque ésta, mientras te dedicas a ella, tiene que se constante. Hay
que vivir para la política, no de ella. Con esta dinámica es imposible que se
percaten del día a día de muchos hogares de esta ciudad intercultural, pero
separada por estamentos estáticos y vacíos. A veces me pregunto el porqué de
estas entradas en política que manchan la misma y facilitan la desafección.
Tantas cosas que no deberíamos de permitir, y sin embargo permitimos. Y no, no
es una canción
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